No tengo ningún recuerdo de la primera vez que vi el mar, pero sé que siempre estuvo en mi vida.
Cuando se desprendió mi ombligo, mi abuela lo arrojó al mar con la justificación de que así no le temería, ocurre todo lo contrario; después de ver la película Tiburón, esa noche nos fuimos a la playa y al día siguiente mientras nos bañábamos un pez pasó entre mis piernas, salí corriendo hacia la casa, vomité y pasé dos días con calentura, después de eso muy rara vez me meto al mar.
En los últimos 20 años, no creo haberme metido 10 veces, situaciones muy particulares; durante la universidad pasé 15 días en un velero de 32 pies, un día hacía un calor espantoso, sin viento, la situación insoportable, todos se habían tirado al agua y yo quedaba junto con el Capitán, hasta que no pude más y me metí. Tomé un tour de buceo de una hora en Cozumel hace unos 7 años, todo iba perfecto hasta que miré hacia arriba y tuve la sensación que no lograría salir de ahí jamás.
A pesar de todo, amo el mar y puedo estar en la playa o navegar. En Holbox experimenté la tormenta más maravillosa en una barca de pesca en medio del mar; jamás había visto un arcoiris completo, o el contraste entre la bóveda celeste sombreada por la amenazante tormenta y en el Este el sol resplandenciendo con un maravilloso dorado iluminando las crestas de las pequeñas olas; después, el viento y la tormenta que nos azotaban, y los breves instantes en los que viendo la costa cerca me preguntaba si sería capaz de nadar lo que faltaba si la embarcación se volteaba.
Tiene un efecto equilibrante en mi, así cuando me siento muy mal me siento junto al mar y mi mente se despeja, mi ánimo se estabiliza.
Ayer llevé a mi perro por primera vez ...corrió, trató de atrapar las olas a mordidas, probó el agua, la arena, algas secas y frescas...lo experimentó completo.
Samandi sour sur la terre...
domingo, marzo 07, 2004
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